Durante el Holocausto, las tradiciones judías fueron una fuente de esperanza ante la cruda realidad del exterminio. Incluso en los campos de concentración, los judíos arriesgaron sus vidas por mantener su herencia religiosa y cultural.
Esto adoptó muchas formas, entre las que se incluyen reuniones de grupos de oración, la celebración de las festividades, en gran parte clandestinamente, y la participación en el aprendizaje de las enseñanzas judías con cualquier medio a su disposición. Tenemos constancia de textos de rabinos en los que se señala la importancia que tuvo para quienes vivieron el Holocausto encontrar explicaciones religiosas y espirituales a su situación. También hay textos escritos en respuesta a cuestiones específicas de la práctica judía planteadas por la experiencia del confinamiento, la privación y la muerte.
Los supervivientes cuentan que conservaban su pan y sus raciones durante semanas para poder tener una comida festiva, improvisando velas que pudieran utilizar durante Janucá o ahorrando un poco de azúcar o sal para agregar una dimensión de celebración a la observancia del sabbat. Yad Vashem en Jerusalén cuenta con muchos artefactos religiosos, construidos con todo lo que tenían a su disposición, lo que atestigua la importancia de la fe durante el Holocausto.