Janusz Korczak, de origen judío-polaco, fue un escritor, pediatra y defensor de los derechos de los niños. Korczak, que era un popular autor y locutor en la Polonia de antes de la guerra, se vio obligado a vivir en el gueto de Varsovia, donde continuó ocupándose de las necesidades de los huérfanos. A pesar de las ofertas que recibió para garantizar su seguridad, en agosto de 1942, acompañó a los niños bajo su cargo al campo de exterminio de Treblinka.
Henryk Goldszmit, que era su nombre original, nació en 1879 y era hijo de un destacado abogado de Varsovia. Mantuvo a su familia gracias a la escritura y tomó el nombre de Janusz Korczak de la literatura polaca como seudónimo. En el año 1911 o 1912 se convirtió en director de un orfanato de Varsovia, y lo dirigió según sus principios, basados en los derechos y la dignidad de los niños.
En los años veinte y treinta del siglo XX, se convirtió en una figura destacada de la sociedad polaca, famoso por sus escritos y sus emisiones radiofónicas sobre la educación y el desarrollo infantil. En 1935, tras la muerte de Jozef Pilsudski, se suspendieron sus emisiones debido al creciente antisemitismo en Polonia, pero aun así, su reputación literaria perduró.
En 1940, le obligaron a vivir en el gueto de Varsovia junto a los otros 350 000 judíos de la ciudad. El orfanato también fue trasladado al gueto, primero a las instalaciones de la calle Chlodna y luego a la calle Sienna. En el verano de 1942, el orfanato tenía una ocupación de alrededor de doscientos infantes. El diario de Korczak pone de manifiesto las duras condiciones del centro, así como su afecto por el número cada vez mayor de huérfanos.
En agosto de 1942, durante la “Gran Deportación” del gueto de Varsovia, los nazis dirigieron su atención a los orfanatos y los liquidaron uno por uno. A pesar de que se le ofreció relativa seguridad, Korczak decidió acompañar a los huérfanos a su cargo, llevándolos al Umschlagplatz (punto de deportación), desde donde fueron deportados el 5 o 6 de agosto de 1942. No hay forma de saber con certeza por qué decidió hacerlo, pero sus escritos constantemente sitúan las necesidades de los niños por encima de todo. Como escribió en su Diario del gueto en mayo de 1942: “La ciudad está arrojando a niños en mi camino, como pequeñas conchas de mar, y yo simplemente soy bueno con ellos. No les pregunto de dónde vienen, ni por cuánto tiempo ni adónde van, para bien o para mal”.