El 13 de mayo de 1939, el transatlántico alemán St. Louis zarpó de Hamburgo con destino a Cuba con 937 pasajeros a bordo, pero en junio de 1939 regresó a Europa después de que los gobiernos de Cuba, los Estados Unidos y Canadá se negaran a autorizar el desembarque de los pasajeros. En su viaje de regreso, el St. Louis navegó lo suficientemente cerca de la costa de Florida para que sus pasajeros pudieran ver las luces de Miami.
El 17 de junio, después de poco más de un mes en el mar, el barco atracó en Amberes, Bélgica, y sus pasajeros encontraron refugio al menos de forma temporal en el Reino Unido, Francia, Bélgica y los Países Bajos. Desgraciadamente, 254 de los pasajeros a bordo del St. Louis terminaron en países que posteriormente fueron ocupados por los nazis y fallecieron en el Holocausto, víctimas de las invasiones alemanas de la Europa occidental en 1940. En noviembre de 2018, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se disculpó por el papel que desempeñó su país en el destino del barco y de sus pasajeros, “quienes pagaron el precio de nuestra falta de acción, a quienes condenamos al espantoso horror de los campos de exterminio”.