La Conferencia de Evian celebrada en julio de 1938 no logró ningún resultado sustancial debido a que los países no estaban dispuestos a desafiar a la oposición nacional o a arriesgarse a otras repercusiones en la política exterior para ampliar sus cuotas de inmigración. El único país que tomó medidas —la República Dominicana—, era demasiado pequeño para acoger a más de una fracción de los miles de judíos que en ese entonces trataban desesperadamente de salir de Alemania y Austria.
La conferencia fue convocada en marzo de 1938 por el presidente estadounidense Franklin Roosevelt y fue motivo de júbilo para los judíos estadounidenses. Sin embargo, a medida que avanzaban los preparativos de la conferencia, resultó evidente que el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos no estaban a favor de una mayor inmigración en sus países y que los Estados Unidos, presos de un sentimiento aislacionista y chovinista, pretendían que los países latinoamericanos aumentaran sus cuotas de inmigración en lugar de aceptar más inmigrantes en su propio país. El Reino Unido estipuló que solo asistiría a la conferencia si no se debatía el Mandato británico de Palestina, y Francia exigió que las sesiones se llevaran a cabo fuera de la vista del público. En los Estados Unidos, una encuesta publicada en la revista Fortune en julio de 1938 mostró que casi el 68 % de los encuestados creían que “Tal y como están las condiciones, deberíamos tratar de mantener [a los refugiados] fuera”. Menos del 5 % de los estadounidenses apoyaron el incremento de las cuotas de inmigración.
En la conferencia, se reunieron treinta y dos países y acordaron no hacer nada. A la negativa por parte del Reino Unido, Francia y Estados Unidos a adoptar medidas, se sumaron el resto de países. El delegado de Australia declaró vilmente lo siguiente: “como nosotros no tenemos ningún problema de racismo real, no deseamos importar uno que aliente la creación de cualquier tipo de esquema de migración extranjera a gran escala”. A Golda Meir, que acudió como observadora a la conferencia en nombre del Yishuv, la comunidad judía en el Mandato británico de Palestina, ni siquiera se le permitió dirigirse a los delegados.