Prácticamente en todos los países ocupados por los nazis, los alemanes recibieron ayuda de colaboradores y cómplices en la persecución y el asesinato de judíos.
Desde un primer momento, se instituyeron leyes antisemitas en todos estos países con el fin de ofrecer una fachada de legalidad a la persecución de los judíos. En muchos países y territorios ocupados por los nazis, la policía local detuvo a judíos para recluirlos en guetos y campos de concentración, y para deportarlos a los campos de exterminio. Los transportes a los centros de exterminio no podrían haberse producido sin la ayuda, a menudo involuntaria, del personal ferroviario de toda Europa.
Muchos judíos que estaban escondidos o que intentaban hacerse pasar por no judíos fueron traicionados por sus vecinos no judíos y asesinados o entregados a los alemanes. Los partisanos a menudo asesinaban a judíos que se escondían en los bosques de Europa del Este.
Era habitual que las operaciones de fusilamiento en los Países bálticos, en Ucrania y Bielorrusia las ejecutaran los lugareños, con la ayuda de las tropas alemanas que se encargaban de acorralar a los judíos y ponerlos en formación antes de fusilarlos. En la Polonia ocupada, en Lituania y en Ucrania, las comunidades locales a menudo apoyaron o realizaron pogromos contra los judíos.
