El rabino Leo Baeck (1873-1956) fue un rabino reformista alemán que ejerció de presidente de la Reichsvertretung der Juden in Deutschland (Representación en el Reich de los judíos alemanes) desde su creación en septiembre de 1933 hasta su disolución en 1942. Desde 1942, Baeck estuvo recluso en Theresienstadt (Terezín), donde sus discursos sobre historia y filosofía, que pronunciaba de memoria, proporcionaron consuelo y alivio a pesar de las espantosas circunstancias. Después de la liberación de Theresienstadt, emigró al Reino Unido donde murió en 1956.
Baeck fue un destacado rabino reformista, líder del movimiento reformista alemán y presidente de la Allgemeine Deutscher Rabbinerverband (Asociación intercomunal de rabinos de Alemania), una organización que incluía tanto a rabinos liberales como ortodoxos. Estos cargos, combinados con su reputación académica, su juicio e integridad, lo convirtieron en la elección más evidente para encabezar el nuevo Reichsvertretung (Representación en el Reich) a partir de septiembre de 1933.
En 1942, lo recluyeron junto con otros judíos alemanes en el campo-gueto de Theresienstadt (Terezín), donde desempeñó las funciones de maestro, rabino y consolador, “un hombre íntegro, caminando en medio del mal absoluto”. Después de su liberación, Baeck evitó los asesinatos que los guardias del campo querían perpetrar por venganza y se aseguró de la salud y el bienestar de los enfermos antes de aceptar su traslado a Inglaterra. Falleció en Londres en 1956.
Es difícil saber con certeza la motivación de Baeck para permanecer en Alemania y aceptar la deportación como lo hizo, pero sus escritos y anécdotas nos dan una idea. Durante el periodo que abarca de 1933 a 1942, fue arrestado en al menos cinco ocasiones. El primer arresto fue en 1935, cuando escribió una oración para los servicios del Kol Nidre (que son el comienzo de las celebraciones del Yom Kipur, el día más sagrado del año judío), resumiendo no solo su comprensión de las circunstancias del judaísmo alemán, sino también una respuesta a esa difícil situación, una respuesta que Baeck tomó como modelo a lo largo de la era nazi:
Nuestra historia es la historia de la grandeza del alma humana y la dignidad de la vida humana. En este día de tristeza y dolor, rodeado de infamia y vergüenza, volveremos nuestra mirada a los días de antaño. De generación en generación, Dios ha redimido a nuestros padres y nos redimirá en los días venideros. Inclinamos nuestros rostros ante Dios y permanecemos rectos y erguidos ante el hombre. Conocemos nuestro camino y vemos el camino hacia nuestro objetivo.