Hechos

¿Fueron los nazis los únicos antisemitas de la Europa de preguerra?

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El antisemitismo existió en cierta medida en todos los países de Europa. Sin embargo, la versión del antisemitismo de los nazis combinaba tres tipos de creencias antijudías básicas: el antisemitismo cristiano tradicional; la oposición económica y nacional a la emancipación y la integración social de los judíos; y un antisemitismo racial basado en concepciones de “sangre”. La persistencia de estas creencias explica en parte la imposición de leyes antijudías en Hungría antes de la invasión alemana de 1944, las políticas antisemitas de los gobiernos polacos de antes de la guerra y la voluntad de la burocracia de la Europa occidental de identificar y concentrar a los judíos para su deportación.

La enseñanza cristiana había descrito durante siglos a los judíos como “asesinos de Cristo” que se negaban a escuchar la “verdad” del Evangelio. A los judíos se les prohibió ocupar cargos públicos y fueron atacados físicamente y asesinados. Los pogromos eran algo habitual, especialmente en Pascua, cuando la historia de la crucifixión (y el poder volver a beber después de abstenerse de ello durante la Cuaresma) era a menudo el desencadenante de los disturbios. El protestantismo impulsó el odio a los judíos a través de la Reforma protestante: Martín Lutero arremetió contra los judíos y su “ceguera y rabioso corazón”.

El hecho de que las fechas de la Pascua Cristiana y la Pascua Judía coincidieran frecuentemente hizo que los judíos fueran fácilmente identificables: a lo largo de los siglos, surgió la calumnia del libelo de sangre, que alegaba que los judíos secuestraban a niños cristianos y utilizaban su sangre para hacer el matzá.

En el año 1190, durante el periodo de las cruzadas, eran habituales los disturbios en York como forma de violencia contra los judíos. En 1290, Eduardo I de Inglaterra expulsó a todos los judíos del país; no regresarían hasta el siglo XVII. Muchos otros países siguieron su ejemplo a lo largo de los siguientes siglos. El antisemitismo cristiano estaba muy extendido en las ciudades y pueblos de los países de Europa del Este invadidos por los nazis entre el 1939 y el 1941, en especial en el Imperio ruso del siglo XIX.

Con la llegada de la Ilustración, surgió una nueva forma de odio hacia los judíos. En la época medieval, se obligó a los judíos de Europa a vivir en unas zonas conocidas como guetos. A medida que las creencias religiosas comenzaron a ser reemplazadas por creencias sobre la humanidad y los derechos universales, se permitió que muchas comunidades judías salieran de los guetos y comenzaran a vivir y trabajar entre la población no judía. La cultura literaria del judaísmo, combinada con la manera en que los judíos se habían visto obligados a realizar ciertas ocupaciones, como el préstamo de dinero, supuso que los judíos estuvieran muy bien equipados para prosperar en la era moderna, lo cual despertó resentimientos. Todo ello, junto con la continua reticencia de los judíos a integrarse por completo tuvo como resultado que la era del nacionalismo viera con recelo su éxito y su identidad transnacional. Del mismo modo, el hecho que los judíos adquirieran influencia política a causa del derecho al voto en muchas naciones de Europa occidental provocó miedo y odio hacia ellos.

Las dos corrientes existentes de odio hacia los judíos se combinaron en el siglo XIX con las creencias predominantes sobre la diferencia biológica “racial” y la idea del darwinismo social, es decir, la creencia de que solo las naciones fuertes y puras sobrevivirían, y que la esterilización e incluso el asesinato de aquellos “no aptos” era el camino hacia ello. El antisemitismo moderno veía a los judíos como poseedores de lealtades extranjeras y altamente cuestionables hacia sus estados-nación.

El alcalde de la Viena anterior a la Primera Guerra Mundial, Karl Lueger, abogó en especial por este tipo de antisemitismo y es casi seguro que influyera en el joven Adolf Hitler durante su estancia en Viena.

El antisemitismo nazi tal como lo expuso Hitler en su libro Mein Kampf y la propaganda del Tercer Reich se basaron en todos estos elementos. El Holocausto fue perpetrado por personas de toda Europa influenciadas por algunas o por todas estas creencias.

El antisemitismo existió en cierta medida en todos los países de Europa. Sin embargo, la versión del antisemitismo de los nazis combinaba tres tipos de creencias antijudías básicas: el antisemitismo cristiano tradicional; la oposición económica y nacional a la emancipación y la integración social de los judíos; y un antisemitismo racial basado en concepciones de “sangre”. La persistencia de estas creencias explica en parte la imposición de leyes antijudías en Hungría antes de la invasión alemana de 1944, las políticas antisemitas de los gobiernos polacos de antes de la guerra y la voluntad de la burocracia de la Europa occidental de identificar y concentrar a los judíos para su deportación.

La enseñanza cristiana había descrito durante siglos a los judíos como “asesinos de Cristo” que se negaban a escuchar la “verdad” del Evangelio. A los judíos se les prohibió ocupar cargos públicos y fueron atacados físicamente y asesinados. Los pogromos eran algo habitual, especialmente en Pascua, cuando la historia de la crucifixión (y el poder volver a beber después de abstenerse de ello durante la Cuaresma) era a menudo el desencadenante de los disturbios. El protestantismo impulsó el odio a los judíos a través de la Reforma protestante: Martín Lutero arremetió contra los judíos y su “ceguera y rabioso corazón”.

El hecho de que las fechas de la Pascua Cristiana y la Pascua Judía coincidieran frecuentemente hizo que los judíos fueran fácilmente identificables: a lo largo de los siglos, surgió la calumnia del libelo de sangre, que alegaba que los judíos secuestraban a niños cristianos y utilizaban su sangre para hacer el matzá.

En el año 1190, durante el periodo de las cruzadas, eran habituales los disturbios en York como forma de violencia contra los judíos. En 1290, Eduardo I de Inglaterra expulsó a todos los judíos del país; no regresarían hasta el siglo XVII. Muchos otros países siguieron su ejemplo a lo largo de los siguientes siglos. El antisemitismo cristiano estaba muy extendido en las ciudades y pueblos de los países de Europa del Este invadidos por los nazis entre el 1939 y el 1941, en especial en el Imperio ruso del siglo XIX.

Con la llegada de la Ilustración, surgió una nueva forma de odio hacia los judíos. En la época medieval, se obligó a los judíos de Europa a vivir en unas zonas conocidas como guetos. A medida que las creencias religiosas comenzaron a ser reemplazadas por creencias sobre la humanidad y los derechos universales, se permitió que muchas comunidades judías salieran de los guetos y comenzaran a vivir y trabajar entre la población no judía. La cultura literaria del judaísmo, combinada con la manera en que los judíos se habían visto obligados a realizar ciertas ocupaciones, como el préstamo de dinero, supuso que los judíos estuvieran muy bien equipados para prosperar en la era moderna, lo cual despertó resentimientos. Todo ello, junto con la continua reticencia de los judíos a integrarse por completo tuvo como resultado que la era del nacionalismo viera con recelo su éxito y su identidad transnacional. Del mismo modo, el hecho que los judíos adquirieran influencia política a causa del derecho al voto en muchas naciones de Europa occidental provocó miedo y odio hacia ellos.

Las dos corrientes existentes de odio hacia los judíos se combinaron en el siglo XIX con las creencias predominantes sobre la diferencia biológica “racial” y la idea del darwinismo social, es decir, la creencia de que solo las naciones fuertes y puras sobrevivirían, y que la esterilización e incluso el asesinato de aquellos “no aptos” era el camino hacia ello. El antisemitismo moderno veía a los judíos como poseedores de lealtades extranjeras y altamente cuestionables hacia sus estados-nación.

El alcalde de la Viena anterior a la Primera Guerra Mundial, Karl Lueger, abogó en especial por este tipo de antisemitismo y es casi seguro que influyera en el joven Adolf Hitler durante su estancia en Viena.

El antisemitismo nazi tal como lo expuso Hitler en su libro Mein Kampf y la propaganda del Tercer Reich se basaron en todos estos elementos. El Holocausto fue perpetrado por personas de toda Europa influenciadas por algunas o por todas estas creencias.

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