En 1945, el número de habitantes judíos de Bulgaria era casi idéntico al de 1939: incluía a aproximadamente 50 000 judíos, o expresado de otra forma, los judíos representaban el 0,8 % de la población total de Bulgaria. Esta uniformidad en el tamaño de la población se logró por medio de protestas y medidas por parte de una amplia coalición de líderes eclesiásticos y parlamentarios, así como de gente común, cuando finalmente se ordenaron las deportaciones en 1943. Sin embargo, el coste de salvar a los judíos de la “vieja” Bulgaria supuso la deportación de más de 11 000 judíos de los territorios de Macedonia y Tracia.
Bulgaria permaneció neutral hasta unirse a las potencias del Eje en marzo de 1941, a cambio del control de Macedonia y Tracia. Bulgaria ya había adoptado las leyes antisemitas de Alemania, incluido el uso de la estrella amarilla, a través de su Ley para la Defensa de la Nación, aprobada en enero de 1941. Sin embargo, las exenciones sistemáticas para los veteranos, los conversos al cristianismo y los matrimonios mixtos mitigaron las repercusiones de la ley. En junio de 1942, se creó un Comisariado de Asuntos Judíos bajo el mando del nacionalista antisemita Alexander Belev, con el objetivo de hacer cumplir la ley existente y establecer guetos.
En enero de 1943 llegó de Berlín Theodor Dannecker, un enviado de Adolf Eichmann. Dannecker y Belev acordaron que 20 000 judíos serían deportados de Bulgaria. En marzo de 1943, 11 343 personas fueron deportadas a Auschwitz y Treblinka desde Macedonia y Tracia, mientras se producían arrestos y se creaban guetos de judíos en la “vieja Bulgaria” (sus fronteras anteriores a 1941). No obstante, para entonces, la situación política y militar se había vuelto decisivamente contra Alemania. Los parlamentarios que habían presenciado los arrestos en las regiones protestaron, firmando una carta abierta para el rey Boris III de Bulgaria, pidiéndole que detuviera las “medidas excepcionales y crueles [...] que podían exponer al gobierno y a toda la nación a acusaciones de asesinato en masa”. Stefan, el metropolitano ortodoxo de Sofía, advirtió al rey Boris III de que “Dios vigila sus acciones desde el cielo”. La decisión del rey Boris III de evacuar a los judíos de Sofía a las zonas rurales fue objeto de protestas por parte de los ciudadanos comunes que lo consideraban una injusticia. Muchos judíos evacuados también se escondieron en el campo y, en agosto de 1943, el embajador alemán en Sofía escribió a Berlín señalando que las deportaciones solo se reanudarían si la situación política y militar del país mejoraba.